El efecto del trauma en el individuo no puede entenderse como algo desprendido de lo corporal (Levine, 1997; Scaer, 2001). Para entender esto es necesario tener en cuenta dos aspectos fundamentales:
1. En primer lugar los distintos tipos de memoria:
a) Una memoria explícita o declarativa, mediada por el hipocampo derecho y el cortex orbitofrontal: es la narrativa que da sentido a una experiencia. No todos los eventos serán procesados a este nivel.
b) Una memoria implícita, que almacena datos emocionales, sensoriales y somáticos. Cualquier información de los órganos de los sentidos, sensaciones cenestésicas o dolor (excepto las olfativas que van directamente a la amígdala) pasan por un filtro talámico, que la reconduce a diversas zonas del cortex en función del nivel de excitación. Al mismo tiempo el tálamo envía una información similar a la amígdala, que en función del nivel de excitación, otorgará a la información un valor emocional, en función del cual se hará el procesamiento declarativo (a). Si el nivel de excitación es muy elevado, el proceso puede bloquearse
El tipo más primitivo de memoria implícita es la memoria procedimental. En esta se almacenará el patrón de movimiento defensivo en el momento del trauma.
Un trauma puede provocar trastornos mucho antes de exista memoria declarativa, en fases preverbales del desarrollo. Aquí sólo encontraríamos rastros somáticos y quizás emocionales, pero no un recuerdo verbal de la situación traumatica.
En traumas posteriores también encontramos recuerdos somáticos, que pueden estar completamente disociados de los aspectos cognitivos.
2. En segundo lugar el Sistema Nervioso Autónomo y el eje Hipotálamo-Hipófiso-Suprarrenal y su activación en situaciones de peligro.
Cuando hay una situación amenazante el sistema nervioso simpático se activa para proporcionar un estado de alerta y una mayor velocidad de reacción. Instintivamente se pondrá en marcha una reacción de supervivencia que puede ser de tres tipos: lucha, huida o congelación. Esta última se desencadena cuando la amenaza es grave pero no hay posibilidad de escapar ni de luchar, o la posibilidad de muerte es inminente. Fisiológicamente se corresponderá con un elevado tono parasimpático y al tiempo residuos adicionales del estado anterior de excitación simpática.
En animales perseguidos por depredadores puede verse muy gráficamente esta respuesta. Cuando la presa siente que no hay posibilidad de huída, incluso antes de ser alcanzada, se desploma en un estado de inconsciencia. Esto puede corresponder a un mecanismo de supervivencia (aparentando estar muerto puede engañar al depredador y huir) o representar el efecto externo de una alta descarga de opioides (analgesia frente al dolor inminente). Si el animal finalmente no muere, sale del estado de congelación siempre con una reacción previa de agitación. Esto según Scaer (2001) corresponde a la descarga de la memoria procedimental. Si no se permite al animal esta descarga, por ejemplo manteniéndolo inmovilizado cuando sale del estado de congelación, desarrollará conductas anómalas.
Las respuestas disociativas al trauma serían el equivalente en humanos a estos estados de congelación en animales. Ocurren ante situaciones traumáticas que el individuo vive con impotencia y con un sentimiento de indefensión. Según Scaer el hecho de que en la especie humana y sobre todo en la cultura occidental no pueda producirse la descarga de la memoria procedimental (cualquier reacción de agitación será inmediatamente contenida o sedada) sería para este autor generadora de psicopatología.