El concepto de disociación fue definido por Pierre Janet (1859-1947), e influirá posteriormente en Freud y Jung (Halberstdadt-Freud, 1996). En sus primeros trabajos Janet propone una teoría de la disociación patológica o “desagregación” como una predisposición constitucional en los individuos traumatizados. Conceptualiza la disociación como una defensa frente a la ansiedad generada por las experiencias traumáticas, que persistirá en forma de “ideas fijas subconscientes” en la mente del paciente, afectado su humor y su conducta. La disociación llevará a un estrechamiento de la conciencia en el cual unas experiencias no se asociarán con otras.
Breuer y Freud inicialmente (1893) consideran que “la escisión de la conciencia… está presente a un nivel rudimentario en toda historia y la tendencia de estos a disociarse, con la emergencia de estados anormales de conciencia, es el fenómeno básico de estas neurosis”
Sin embargo, Freud abandona en 1897 la visión de que el trauma o el abuso sexual en la infancia temprana era lo que provocaba la disociación grave en las pacientes histéricas. En su lugar, desarrolla la teoría de la neurosis en la cual un trauma interno en la forma de deseos infantiles y fantasías, en especial el Complejo de Edipo, juega un papel dominante en la estructura de la mente. Esta teoría de Freud de que los antecedentes traumáticos son producto de la fantasía de pacientes histéricas subyace en muchos de los enfoques actuales de la disociación, por ejemplo en la idea de que las informaciones de abuso sexual o los síntomas disociativos son “fantasías” o “llamadas de atención”.
Un discípulo de Freud, Paul Federn tendrá gran influencia en el desarrollo de la teoría de los estados del yo (Watkins, 1997). Federn y Weiss definirán el concepto de estado del yo como “un sistema organizado de conducta y experiencia cuyos elementos se han reunido entorno a algunos principios comunes, y que están separados de otros estados por límites que son más o menos permeables”.
Hilgard (1977, 1994)) enunciará la llamada Teoría de la Neodisociación, a partir de sus estudios sobre hipnosis. Considera la disociación como un sistema de ideas desconectado de la conciencia por una “barrera amnésica”, pero que mantiene reacciones lógicas y realistas entre ellas. Describió también el fenómeno de “observador oculto”, detectado bajo hipnosis, en el que una parte de la persona sabe de la presencia de un dolor, que la parte consciente desconoce.
Bowers (1990) elabora una modificación de la teoría de la Neodisociación, en la que rechaza el concepto de barrera amnésica y enfatiza el de alteración del control. No siempre la amnesia está asociada a la disociación. Bowers parte de un modelo de control jerárquico de la mente, en el que habría una función de control superior (metaconciencia) que quedaría abolida en la disociación y en la hipnosis. Esta función de control superior estaría relacionada con las áreas frontales cerebrales.
Etzel Cardeña (1994) propone la siguiente síntesis de las diversas aplicaciones del término disociación en la literatura:
1. Disociación como módulos o sistemas mentales no conscientes o no integrados.
1. 1. Disociación como la ausencia de percepción consciente de estímulos entrantes o conductas salientes. Un ejemplo que entra dentro de las experiencias normales es conducir un coche de modo automático mientras se mantiene una conversación.
1. 2. Disociación como la coexistencia de sistemas mentales separados que deben ser integrados en la conciencia de la persona, su memoria o identidad. El caso extremo sería el trastorno de identidad disociativo. Es este concepto el que más difícil de asimilar por los profesionales y será en el que más se insistirá en este libro. Si no partimos de este mapa conceptual será imposible entender correctamente los trastornos disociativos más graves y la planificación del tratamiento.
1. 3. Disociación entre la conducta saliente o percepción inconsistente con la introspección verbal que el paciente refiere. El individuo tiene acceso a la conducta o percepción, pero existe una contradicción o inconsistencia. Una paciente sentía como caían sus lágrimas pero decía “es extraño, porque no me siento triste…”. Otras veces podemos observar cómo un paciente relata un hecho traumático sin que manifieste una reacción emocional lógica ante lo que está contando.
2. Disociación como una alteración en la conciencia normal, que se experimenta como una desconexión del yo o del entorno. En la desrealización y despersonalización esta desconexión es cualitativamente distinta de la experiencia ordinaria. Es decir, no se trata de una simple disminución del nivel de conciencia, sino un cambio en la forma de percibirse a si mismo o a la realidad circundante.
3. Disociación como un mecanismo de defensa. Sería un rechazo intencional, aunque no necesariamente consciente, de información emocional dolorosa. Las definiciones previas (más cercanas a las teorías de Jung y Janet) definen la disociación como un proceso automático ante emociones de alta intensidad (sin que el contenido tenga que ser necesariamente conflictivo). La conceptualización como mecanismo de defensa forma parte de las teorías psicoanalíticas.
Algunos autores definen también la disociación como un mecanismo de defensa, pero no en el sentido psicoanalítico, sino partiendo de la etología. Desde esta perspectiva la disociación sería análoga a la respuesta de congelación en animales que están siendo atacados por un depredador (Ludwig, 1983; Ironside, 1980; Levine, 1997; Scaer, 2001) Su función sería reservar energía para la huída, hacer perder interés al agresor, o anestesiar a la víctima para minimizar el sufrimiento.